viernes, 7 de octubre de 2011

ENTENDER Y ACEPTAR A NUESTROS PADRES


Recuerdo un anuncio de la tele en el que salía una niña que decía: “mi papá me lo arregla todo, todo y todo”. Al igual que ella, en nuestra infancia creemos que nuestros padres son todopoderosos. Los admiramos y confiamos ciegamente en ellos, como si fueran seres perfectos.
Sin embargo, según vamos creciendo nos damos cuenta de que cometen errores, no lo saben todo, no están ahí siempre que los necesitamos. Entonces comenzamos a bajarlos del pedestal donde los teníamos y una sensación de rabia, de odio incluso, nace en nuestro interior. Les culpamos por lo que consideramos que no han hecho bien, por habernos dado cuenta de que en realidad estamos solos. Y eso duele, pero es un dolor necesario, una toma de conciencia que nos permite avanzar, madurar y crecer saludablemente.
En esa evolución vamos percibiendo que nuestros padres son ante todo personas, por tanto, unas veces aciertan y otras se equivocan. Son humanos con virtudes, pero también con limitaciones y debilidades. En ese sentido, Demián Bucay, médico y terapeuta gestáltico, afirma:

<<si yo creo que mis padres lo sabían y podían todo, cada vez que me encuentre con una carencia en mi educación, un hábito que no me sirve o un mandato nocivo, concluiré que mis padres pudieron hacer otra cosa y no la hicieron. Me diré: “no quisieron hacerlo mejor” o “no quisieron lo mejor para mí”. Y esto en ocasiones conduce a pensar: “Entonces es que no me querían lo suficiente”. Y esta conclusión, a su vez, es muy diferente a pensar: “Lo hicieron lo mejor que pudieron” o “Quisieron, lo intentaron, pero con algunas cosas no pudieron”.>>
Por tanto, una de nuestras tareas como hijos consiste en identificar cuáles son las limitaciones de nuestros padres para decidir qué vamos a hacer con ellas y plantearnos qué aprendizajes podemos extraer. Posiblemente, uno de los primeros esté relacionado con este pensamiento: “cuando yo sea padre/madre, no cometeré los mismos errores”.

Si te sientes reconocido en esta afirmación, es el momento de realizar otro aprendizaje: somos lo que somos, en parte, gracias a nuestros padres, a sus aciertos y a sus errores. Necesitamos aceptarlos tal como son, amarlos y agradecerles todo lo que hacen, e incluso lo que no hacen, por nosotros.
De ahí que me parezcan muy acertadas las reflexiones de Eva Bach, pedagoga y especialista en desarrollo personal e inteligencia emocional. Por ejemplo: “Para crecer y madurar, lo acertado y lo correcto no son suficientes. También lo equivocado y lo imperfecto es necesario a veces”. “Nuestros padres hicieron lo mejor que supieron, acorde con los tiempos que les tocó vivir”.
En vez de quejarnos y culpabilizar a nuestros progenitores, reconozcamos lo bueno que hemos recibido de ellos; mejoremos lo que se puede mejorar, desde la sencillez y la humildad. Y cuando nosotros nos convirtamos en padres, ofrezcamos a nuestros hijos todo aquello que, con mayor o menor acierto, hemos recibido de los nuestros y que nos ha permitido vivir con sabiduría.

1 comentario:

  1. 4502mjose@gmail.com12 de octubre de 2011, 19:19

    Leyendo este articulo me he puesto a recordar cuando era pequeña y como eran las cosas antes,cualquiera cuestionaba a los padres y ahora como han cambiado,pero en el fondo es verdad que los padres lo que intentamos hacer lo hacemos con toda nuestra mejor intencion de la que somos posible;y aunque con toda la informacion de la que se dispone hoy en dia para le educacion o formacion,siempre intentamos que sean buena gente y hacerles ver que tomen la decision que tomen queremos que sean felices y que vivan la vida con animo.

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